No se puede tenerlo todo, y sí, en muchos casos, el tener todo el confort, y muchos bienes materiales te consuela temporalmente, y crees haber alcanzado la felicidad, pero enseguida descubres otra grieta, otra carencia, otra necesidad, y nuevamente la insatisfacción se instalaría en ti.
La “felicidad temporal”, que no es la felicidad real, tiende a desaparecer cuando se da cuenta de su propia mentira.
Los auto-engaños duran poco, porque uno se da cuenta enseguida de que “eso” tampoco le ha proporcionado la felicidad que, equivocadamente, esperaba.
La felicidad absoluta es más fácil si uno es consciente de su situación personal, sus limitaciones, y sus posibilidades, y las acepta, va en pos de lo que quiere, se pone en acción, y de no conseguir lo sigue intentando de otra forma o bien, si no da para más se conforma.
Está bien motivarse para alcanzar un grado más de felicidad del que se posea, pero ahí es donde está el riesgo; la no consecución puede desmerecer la que sí tenemos, o que no sepamos apreciarla, y llega a crearnos insatisfacción.
El interés por conseguir más crea una tensión en que la felicidad actual se ve desplazada, menospreciada, y es la avaricia de querer más la que toma posesión del espíritu de la persona. Desde ese estado de tensión es imposible contactar con la felicidad porque ésta sólo se manifiesta en la paz. Si hay tensión o inconformismo, le resulta imposible hacerse notar.
La falta de ambición de felicidad, pero manteniendo el interés latente; hace que a la felicidad le resulte más sencillo presentarse en nuestra vida, sin duda tienes herramientas en tu interior, busca allí para superarte día a día y confía.
Y el hecho de tener claro que la felicidad no viene siempre de la mano de las posesiones o riquezas, ni de los apegos, ni del reconocimiento ajeno, debiera conseguir que nos centremos en sacar la felicidad de nuestro interior en lugar de empeñarnos en meter, aunque sea a presión, una felicidad que viene de fuera que siempre será ajena. De fuera viene las alegrías, las risas, los placeres… pero eso no es la felicidad.
No hay que confundirla con la alegría o el goce, que son manifestaciones externas. La felicidad se manifiesta desde dentro hacia fuera y no desde afuera hacia adentro.
La felicidad no se puede “trasplantar” desde fuera en nuestro interior: la felicidad está dentro, y sólo necesita ser activada.
¿Soy capaz de ser y sentirme feliz por el hecho de estar vivo?
¿Soy feliz aun cuando estoy serio?
¿Soy continuamente feliz aunque no me dé cuenta de ello?
No vale decir: “estoy feliz”, porque ese “estoy” implica relación con un espacio de tiempo concreto. Lo que tiene validez y sentido es poder decir, sin mentir, sintiéndolo en el corazón: “soy una persona feliz”.
¿Eres una persona feliz?
Y si no lo eres…
¿Crees que a partir de ahora puedes serlo?
¿Qué vas a hacer para conseguirlo?
La “felicidad temporal”, que no es la felicidad real, tiende a desaparecer cuando se da cuenta de su propia mentira.
Los auto-engaños duran poco, porque uno se da cuenta enseguida de que “eso” tampoco le ha proporcionado la felicidad que, equivocadamente, esperaba.
La felicidad absoluta es más fácil si uno es consciente de su situación personal, sus limitaciones, y sus posibilidades, y las acepta, va en pos de lo que quiere, se pone en acción, y de no conseguir lo sigue intentando de otra forma o bien, si no da para más se conforma.
Está bien motivarse para alcanzar un grado más de felicidad del que se posea, pero ahí es donde está el riesgo; la no consecución puede desmerecer la que sí tenemos, o que no sepamos apreciarla, y llega a crearnos insatisfacción.
El interés por conseguir más crea una tensión en que la felicidad actual se ve desplazada, menospreciada, y es la avaricia de querer más la que toma posesión del espíritu de la persona. Desde ese estado de tensión es imposible contactar con la felicidad porque ésta sólo se manifiesta en la paz. Si hay tensión o inconformismo, le resulta imposible hacerse notar.
La falta de ambición de felicidad, pero manteniendo el interés latente; hace que a la felicidad le resulte más sencillo presentarse en nuestra vida, sin duda tienes herramientas en tu interior, busca allí para superarte día a día y confía.
Y el hecho de tener claro que la felicidad no viene siempre de la mano de las posesiones o riquezas, ni de los apegos, ni del reconocimiento ajeno, debiera conseguir que nos centremos en sacar la felicidad de nuestro interior en lugar de empeñarnos en meter, aunque sea a presión, una felicidad que viene de fuera que siempre será ajena. De fuera viene las alegrías, las risas, los placeres… pero eso no es la felicidad.
No hay que confundirla con la alegría o el goce, que son manifestaciones externas. La felicidad se manifiesta desde dentro hacia fuera y no desde afuera hacia adentro.
La felicidad no se puede “trasplantar” desde fuera en nuestro interior: la felicidad está dentro, y sólo necesita ser activada.
¿Soy capaz de ser y sentirme feliz por el hecho de estar vivo?
¿Soy feliz aun cuando estoy serio?
¿Soy continuamente feliz aunque no me dé cuenta de ello?
No vale decir: “estoy feliz”, porque ese “estoy” implica relación con un espacio de tiempo concreto. Lo que tiene validez y sentido es poder decir, sin mentir, sintiéndolo en el corazón: “soy una persona feliz”.
¿Eres una persona feliz?
Y si no lo eres…
¿Crees que a partir de ahora puedes serlo?
¿Qué vas a hacer para conseguirlo?
Lic. María Maldonado
Terapeuta Familiar
Psicotécnicos – Orientación Vocacional
MP: 61787
@licMMaldonado
Terapeuta Familiar
Psicotécnicos – Orientación Vocacional
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