31 de mayo de 2013

Indignante: volvieron a asaltar el taller del reconocido artista quilmeño, Pedro Costa. Esta vez, no sólo robaron sino que destruyeron el lugar

El reconocido profesor, actor y pintor, Pedro Costa, fue víctima de la inseguridad. Así lo contó en su facebook con un mensaje con el que hizo un conmovedor descargo el día miércoles: "El 24 de mayo a la nochecita entraron ladrones a mi taller, o a lo que hasta ese momento yo quería que fuese mi taller. Se llevaron lo que no pudieron llevarse la vez anterior y la reposición de lo que se llevaron la vez anterior, herramientas, la música, la pava eléctrica, y objetos de esos que uno junta a través del tiempo con esfuerzo y ahorros, y unas botellas de vino. Con la sola compañía de mi esposa fui a la comisaría. Denuncia, pena e impotencia. El único atisbo de sonrisa fue descubrir que el subcomisario era un querido exalumno de Ranelagh.
La madrugada del 25 volvieron a entrar. Si, volvieron a entrar. Volvieron a violentar la misma banderola. Volvieron para llevarse lo que quedaba de vajilla y de herramientas. Pero no fue eso lo peor. Volvieron para volcarlo todo, para romper, para vaciar, para desarmar, para dar vuelta, para esparcir por toda la casa todo lo que había en estantes, cajas, cajones, latas. Todo abierto, todo violado, desde las estampillas hasta las fotos de la familia, desde mis trabajos hasta las cenizas de mamá que, pacientemente, esperaban allí para encontrarse con las del viejo. Tierra de las macetas en el patio y cosas por todas partes, mezcladas, pisoteadas. Se llevaron más de lo que se imaginaron, se llevaron lo que no podrán venderle a nadie en este país de buena gente. Se llevaron una buena porción de mi futuro que no podrán hacer plata. Se llevaron sueños que ya no lo son.
Otra vez la policía, otra vez la pena y la impotencia. Otra vez la certeza de que a uno no lo cuida nadie, de que uno está solo y librado a la propia suerte. Hasta mis muertos y mis santos me parecieron ausentes.
Tardé en escribir estas líneas porque Internet va y viene como quiere y porque, espiritualmente, recién ahora, con la presión arterial casi normal, estoy en condiciones de decir gracias.
Gracias a mi esposa María Ester, a mis hijas, Mariana Costa y Natalia Costa a Yae Gomez Moreno y Olenca, a Maximiliano Romero y a mis chicos de 7° del 73 que aparecieron en el peor instante, me acompañaron y contuvieron, ordenaron y acomodaron e hicieron que todo se viera menos trágico. Sin toda esa gente, todo hubiera sido inmensamente peor. Esas presencias mitigaron buena parte del amargo trago.
Peleando la vida como estamos, y recordando a cada una de esas personas, con gozo, debo reconocer que esos que hoy estarán comercializando herramientas que no saben para qué sirven o que venderán el reloj de los abuelos por muy poca plata, no pudieron robarme lo más importante que encontré en la vida".


Desde el equipo de redacción de La Mirada nos solidarizamos con Pedro y con su familia, porque es una gran persona y, como tantas otros laburantes que son víctimas de la inseguridad, no se merece este padecimiento.