Nada es casual: lo que sucede tiene un punto de origen. No vale quejarse, hay que retrotraerse hacia el pasado para saber "qué hicimos mal" en vez de criticar. Porque es fácil criticar a los jóvenes, pero es difícil hacer una autocrítica que siempre es necesaria. ¿Y cómo van a escucharnos los jóvenes si nosotros "nos la sabemos todas" y no los queremos escuchar. Es hora de repensar las cosas, porque si las cosas no andan bien, parte de la culpa es nuestra, nos guste o no. Porque para bailar un tango hacen falta dos, nunca uno solo. Y si somos los adultos, somos los que tenemos que dar el ejemplo, dando el primer paso con una autocrítica suficiente. O resignarnos a verlos partir, quizá para no verlos nunca más...
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