Este viernes por la tarde, el centro de Quilmes fue escenario de un nuevo caso de violencia al volante. El hecho ocurrió en la intersección de las calles Almirante Brown y Alsina, donde un conductor de camioneta, en un arrebato de furia, frenó abruptamente frente a un automóvil, se subió al capot del vehículo y rompió su parabrisas con una patada.
Tras el ataque, el agresor se bajó y comenzó una discusión con el conductor del auto. Todo el violento episodio fue registrado por un transeúnte que, con su celular, dejó en evidencia la magnitud de la agresión.
Este tipo de conductas violentas se vienen repitiendo con alarmante frecuencia desde los últimos días de 2024, reflejando el estado de locura y descontrol de algunas personas al volante. En las últimas semanas, Buenos Aires ha sido testigo de varios episodios similares. Uno de los casos más resonantes ocurrió en la ciudad de San Isidro, cuando un hombre, tras una maniobra de tránsito discutible, salió de su vehículo y comenzó a golpear a otro conductor con una barra metálica.
Estos hechos no solo evidencian el creciente nivel de agresividad en las calles, sino también la falta de empatía y control de quienes parecen estar dispuestos a llevar sus diferencias al extremo. La violencia al volante no es algo nuevo, pero la frecuencia con la que ocurren estos episodios en los últimos días deja en claro que es un problema que va en aumento.
La sociedad parece estar al borde de la desesperación, y esto se refleja en la actitud de quienes, lejos de mantener la calma, optan por la violencia como respuesta. Este tipo de reacciones desmesuradas recuerda a la trama de Relatos Salvajes, aquella película argentina que expone cómo la acumulación de frustraciones y agravios puede desencadenar estallidos de furia que trascienden la lógica.
