25 de mayo de 2018

TeDeum en la Catedral de Quilmes: mensaje del Padre Obispo Margni

Homilía en el Te Deum del 25 de mayo de 2018
Lc 18, 9-14

A 208 años de nuestro primer gobierno patrio, nos reunimos en esta Iglesia Catedral, que quiere ser casa de todos, en la diversidad de nuestras creencias y convicciones, para dar voz a nuestra acción de gracias y nuestra súplica por nuestro país, por nuestro pueblo. Las palabras iniciales del antiguo himno de la Iglesia: Te Deum, «A ti, Dios, te alabamos», ponen el marco, expresan un espíritu: venimos, ante todo, a manifestar nuestra gratitud, en primer lugar, a Dios, pero también a las generaciones que nos precedieron y señalaron un camino en la voluntad firme de edificar una nación libre, soberana y justa.

La breve parábola del evangelio que acabamos de escuchar nos hace, sin embargo, un llamado de atención: ¿con qué actitud nos presentamos en la oración? La imagen, tan viva y plástica, del fariseo que se exalta elogiando lo que considera sus méritos y menospreciando al otro, a los otros, y del publicano que no se atreve «siquiera a levantar los ojos al cielo», son para nosotros una advertencia: ninguna hipocresía pasa inadvertida a los ojos del Dios que sondea los corazones y conoce a cada ser humano; ninguna estrategia de autojustificación complaciente que pretenda esconder la verdad de las conciencias y de los hechos; ninguna máscara de falsa humildad que, lejos de descubrir el reconocimiento de la propia responsabilidad, es más bien una fachada engañosa entretejida de cinismo.

Venimos, entonces, con nuestra gratitud por la voluntad de este pueblo de ser y seguir siendo una nación libre, soberana y justa. Pero queremos hacerlo con la autenticidad del publicano, poniendo ante Dios la verdad de lo que somos. Venimos, por eso, con la humildad de quienes saben que no pueden no asumir la responsabilidad que les toca en esta hora de la historia, en este preciso momento. Con aquellas palabras del Preámbulo de nuestra Constitución Nacional, que todos aprendimos de pequeños, también nosotros venimos «invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia».
Ese binomio de razón y justicia, con el que nuestra Constitución evoca a Dios, sigue siendo un faro y un punto de referencia para nuestro caminar como pueblo. Necesitamos reencontrar ese afán de razón que nos lleva más allá de las oposiciones viscerales y de las especulaciones entregadas al cálculo. Necesitamos reencontrar ese afán de razón que busca comprender, dejarse interpelar por la realidad con sus clamores, sus angustias y sus esperanzas, sin autoengaños, sin lemas publicitarios, sin discursos falaces que, aunque convincentes, terminan por persuadirnos de que ninguna verdad es posible o siquiera deseable.

Sólo en el compromiso con la verdad, verdad sagrada del dolor y la esperanza de nuestro pueblo, puede engendrarse esa justicia que anhelamos, justicia que es ante todo vida digna y que, por tanto, comienza por los últimos, los postergados, los más pobres. Invocar la protección de Dios, entonces, no nos exime de asumir el compromiso de cuidarnos unos a otros, y de cuidar especialmente a los pobres, a los más vulnerables, a quienes más sufren. Este ha de ser un buen propósito en nuestra oración.

Pidamos, entonces, en este nuevo aniversario del primer gobierno patrio, esa luz de razón que busca verdad y ese coraje necesario para emprender, sin engaños, honestamente, el camino hacia la justicia.

+ Marcelo Julián Margni
Obispo auxiliar de Quilmes