25 de noviembre de 2015

Artículo de Análisis: Ataque de pánico

Si tuvimos la suerte de llegar a la edad adulta habiendo logrado un cierto equilibrio. Ese “particular equilibrio” nos define como individuos, nos da un determinado carácter, una forma física, un entorno, un lugar en el mundo.
     Ocurre que, de manera inesperada y por motivos variados, ese equilibrio se rompe, se agrieta. Comenzamos entonces a sentir desconocidas sensaciones que brotan de nuestro interior: nuestro corazón se acelera, galopa de manera dispar o diferente… nuestras piernas se hinchan, el abdomen nos tiembla… nos sentimos aturdidos, mareados, agitados… asustados y confundidos. Acuden a nuestra mente extrañas y temerosas ideas, nos creemos atacados por raras enfermedades y en muchas ocasiones sentimos que estamos próximos al fin.
     Es posible, aún inmersos en semejante confusión, encontrar la salida. En principio CALMA.
     Lo que percibimos como  posibilidad de morir, de terminar con un infarto o un acv y el miedo al miedo, al padecer, a no poder superarlo… etc.
     Lo que percibimos como confusional son experiencia largamente reprimidas que irrumpen sin lógica ni orden.
     El abordaje terapéutico que incluye el análisis de las ideas junto con el desarrollo de la tolerancia a las nuevas sensaciones corporales permite lograr un nuevo equilibrio, conseguimos así una nueva  armonía para seguir transitando nuestras vidas.
¿¿Por qué  nos enfermamos??
     Cada síntoma, cada enfermedad que padecemos es generada por nuestro modo de ser y vivir. Por ello para aliviar un estado patológico no es suficiente con focalizar el síntoma o a la enfermedad sino a la matriz que los genera: nuestro modo de funcionar. Somos, aún sin saberlo, los fabricantes de nuestros propios sufrimientos.
     Existe una tendencia innata en el ser humano: “utilizar todos los mecanismos de defensa posibles para evitar lo no placentero”. Así, a lo largo de la vida vamos aprendiendo a no ver lo que no nos gusta observar; no escuchar lo que nos lastima o conflictúa; no tocar lo que nos mueve emociones demasiado intensas… Con el mismo objetivo eludimos responsabilidades; evitamos caminos a recorrer; callamos nuestras verdades… y poco a poco vamos reduciendo de esta manera nuestras posibilidades, vamos limitando nuestro funcionamiento. Limitamos lo que oímos, lo que vemos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que queremos, limitamos nuestro movimiento energético.
     Esta limitación no es sólo psicológica; paralelo al esfuerzo psíquico por no sentir displacer el cuerpo va reduciendo también su potencial vital y cada célula del tejido va desarrollando una especie de caparazón que a la vez que separa al sujeto del sufrimiento, también lo separa del mundo y lo enferma: literalmente lo enceguece, lo enmudece, lo ensordece, lo paraliza… diferentes órganos del cuerpo comienzan a resentirse hasta configurar definitivamente una “enfermedad”.
     Cuanto más tiempo haya pasado sin remover lo que se detuvo por no ser tolerado, tanto más sufre el cuerpo y tanto menos vitalidad se tiene para transitar la vida.

Lic. María Maldonado   MP: 61787
   Terapeuta Familiar – Orientación Vocacional – Psicotécnicos
                                    @licmarymaldo